lunes, 22 de enero de 2024

RICARDO CANTALAPIEDRA

Ricardo Cantalapiedra nació en Carrizo de la Ribera (León). Cantautor protesta, cristiano, seminarista, militante comunista, escritor, periodista, guionista, rey del bolero y gran jugador de billar.

Su evolución personal puede resultar hoy chocante. Primero monaguillo, después seminarista durante seis años, militante en un clandestino Partido Comunista, estudiante de Filosofía y Periodismo, colaborador en parroquias del extrarradio madrileño... Hoy todo eso parece propio de alguien que no tiene las ideas nada claras. En cambio, en la España de los últimos 60 y primeros 70 era algo más o menos habitual. El Concilio Vaticano II había postulado una Iglesia preocupada por lo social y muchos jóvenes de la época vieron el sacerdocio y la vida religiosa como una palanca de cambio en el mundo dictatorial en el que vivían. Los llamados curas obreros contaban con numerosos seguidores entre los jóvenes. Era habitual que en algunas parroquias de las afueras de las grandes ciudades o ligadas a colegios convivieran comunistas y feligreses, frailes y agnósticas y en ellas encontrasen albergue las primeras reuniones sindicales y políticas clandestinas. Como dijo el propio Cantalapiedra: "Más que Dios, unía estar hasta los cojones de Franco". Aquel catolicismo revolucionario y social acabaría desapareciendo en un proceso de derechización que se inicia a finales de los 70 y perdura hasta nuestros días.

Ricardo ya en el seminario compone sus primeras canciones religiosas, pero va a ser a partir de 1967 cuando se traslada a Madrid y va a comenzar a componer algunos de los cantos que durante muchos años hemos cantado en las iglesias, dándose la paradoja de que eran cantados en la misa y censurados por la autoridad competente en los recitales.

Como jugosa anécdota, citar que uno de los muchachos de clase bien que acompañaba a Ricardo en su apostolado musical por las parroquias de Aluche era Julio Iglesias, con el que alguna vez llegó a cantar a dúo. Establecido en Madrid, en 1967, concretamente avecindado en el Colegio Mayor Pío XII, Ricardo inicia una carrera musical que, en principio, resultó un sonoro fracaso. Después, cuando comenzaba a ser conocido, vino la mili. A él le llegó con retraso, pues los seminaristas y curas estaban exentos, pero al salirse del seminario, la patria le reclamó para el servicio de las armas.

Las canciones religiosas de trasfondo pacifista que cantaba Ricardo no pasan desapercibidas. Por esa época se funda el sello Pax, dependiente de la Iglesia Católica y sus fichajes más importantes serán Ricardo Cantalapiedra y José Juan, los únicos artistas del sello que alcanzarán trascendencia y venderán discos, aunque su producción fuese fundamentalmente destinada a las parroquias.

El debut discográfico de Cantalapiedra se produce con una tanda de tres singles, de acento más social que religioso, grabados con acompañamiento orquestal. El primero de ellos será: “Baladas Frente a la Guerra” (Pax, 1968) y el más interesante: “Hojas de Otoño” (Pax, 1968).

Tras el forzoso paréntesis de la mili, va a grabar bastantes canciones propias para la marca episcopal, destacando dos LP de claro contenido religioso con canciones destinadas fundamentalmente al culto y que dentro de lo que podíamos llamar canción cristiana están entre lo mejor hecho en nuestro país. Se trata de “Salmos de Muerte y Gloria” (Pax, 1971) y “El Profeta” (Pax, 1972). Previamente, había publicado su disco menos conocido: “Once Canciones” (Pax, 1969), que estuvo producido por Manolo Díaz. Esta obra sufrió el azote de la censura, a pesar de venir avalada por el sello obispal. Hasta el punto que en una actuación, el mando de la Guardia Civil se cargó nueve canciones del disco y el bueno de Ricardo tuvo que dar el recital repitiendo una y otra vez los pocos temas escapados de la escabechina del censor.

En 1973 va a cambiar a un sello comercial al uso para publicar su LP más militante y menos religioso: “De Oca a Oca y Canto Porque me Toca” (Philips, 1973), producido por su viejo compañero de fatigas, Patxi Andión. Seguramente su mejor trabajo, pleno de mordacidad crítica que no deja títere con cabeza en aquella España de los últimos años de la dictadura franquista.

Aún grabaría un postrero LP con el que su nuevo sello discográfico buscaba el improbable objetivo de convertir a Ricardo en un cantautor costumbrista y romántico con canciones de letra light en comparación con anteriores discos. Sería su “En Casa de la Maruja” (Philips, 1975).

Aún continuaría unos años actuando guitarra en ristre, aunque otra vena de Ricardo se iría abriendo paso, la del Cantalapiedra escritor y periodista. Habitual columnista y crítico de El País y otras publicaciones, obtuvo en 2011 el premio Don Quijote al mejor artículo del año. También sus novelas han sido muy apreciadas, destacando títulos como “El Libro Secreto de los Camareros” y “Bestiario Urbano” (Fondo de Cultura Económica de España, 1987). Ha sido guionista para radio y televisión en programas como “Lo que Yo te Diga” del Gran Wyoming.

Sus últimos años los pasó entre atenciones médicas, cuidado y ayudado por el viejo amigo Jorge Lafora. Sus conocidos lo recuerdan como un ejemplo de ser entrañable a quien siempre se recibía con agrado. Sobre todo, en el viejo Café de Mahón, en la plaza madrileña del Dos de Mayo, donde en los años noventa demostraba su clase en el juego del billar. Como siempre había alguien que le proponía algún tema más de conversación, acabó desarrollando una gran habilidad para desaparecer de los sitios sin que nadie se diera cuenta y sin despedirse.

El 24 de septiembre de 2017 fallece Ricardo en Madrid, víctima de un tumor.

RICARDO CANTALAPIEDRA – YO QUIERO VIVIR HERMANO  


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